El Nuevo Día
11 de diciembre de 2013
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El aumento en el grado de escolaridad y el nivel ocupacional de los emigrantes puertorriqueños en las últimas dos décadas ha llamado la atención pública. Algunos artículos periodísticos han dado la alarma de una “fuga de cerebros”, alegando que la pérdida de recursos humanos altamente calificados “desangra” a la economía boricua. Miles de jóvenes con títulos universitarios han tenido que irse del País al no conseguir empleos acordes con su preparación académica debido a la prolongada recesión. Esta exportación de talentos supone un alto costo demográfico y económico para la Isla, como contribuir al envejecimiento de la población insular y agudizar la escasez de personal especializado en renglones clave como los servicios de salud y educación.
Cada vez más miembros de la clase media puertorriqueña se han reubicado en Estados Unidos desde la década de 1990, buscando una mejor “calidad de vida” -refiriéndose a seguridad, tranquilidad, salud, vivienda y educación. Los nuevos emigrantes incluyen una cantidad considerable de maestros, enfermeras, ingenieros y médicos, entre otros profesionales. Como promedio, su nivel educativo supera al de los emigrantes de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Sin embargo, el grueso del éxodo contemporáneo sigue siendo personas atraídas por mejores oportunidades de empleo, salarios y condiciones de trabajo en Estados Unidos.
El destino principal de la emigración puertorriqueña desde los años noventa ha sido el estado de la Florida. La población de origen boricua residente en ese estado aumentó de 247,010 a 847,550 personas entre 1990 y 2010. El crecimiento de los “floriricans” se concentró en la Florida Central, especialmente en el área metropolitana de Orlando-Kissimmee, donde residían 269,781 boricuas en el 2010.
Los últimos datos censales constatan que los puertorriqueños residentes en la Florida tienen un perfil socioeconómico más aventajado que en estados como Nueva York, Pensilvania, Connecticut y Massachusetts. Entre otros indicadores, tienen niveles de escolaridad e ingreso más elevados, así como tasas de pobreza y desempleo más bajas.
No obstante, los emigrantes boricuas a la Florida no constituyen una “fuga de cerebros” en el sentido de representar mayoritariamente a los sectores más educados del País. Según los cálculos censales, entre los años 2007 y 2011, el 38.9% de los emigrantes no se había graduado de escuela superior, comparado con el 29.5% de la población insular. Apenas el 13.7% de los emigrantes había completado un bachillerato y el 4.7% estudios graduados o profesionales, comparados con el 17.4% y el 6.7% de la población de Puerto Rico, respectivamente.
Los estimados censales también confirman que los emigrantes recientes a la Florida no provienen principalmente de las ocupaciones más calificadas en la Isla. Solo el 21.6% de los emigrantes, frente al 27.6% de los residentes de Puerto Rico, se desempeñaba como gerentes y profesionales. Los emigrantes sí tenían una mayor proporción (31.4%) de vendedores y oficinistas que la fuerza laboral de la Isla (27.9%). Además tenían un mayor porcentaje (12.7) de trabajadores de construcción, mantenimiento y reparación que en Puerto Rico (6.6). En conjunto, el 48% de los emigrantes eran trabajadores de servicio y cuello azul, comparados con el 44.4% de la población insular.
Tales estadísticas sugieren que se ha exagerado la magnitud de la “fuga de cerebros” en Puerto Rico. El economista Kurt Birson, del Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College, ha llegado a la misma conclusión, al examinar las características socioeconómicas de los emigrantes puertorriqueños a Estados Unidos entre los años 2000 y 2011. Por lo tanto, se requiere revisar la popular visión de que la mayoría de las personas que se han ido de Puerto Rico en la última década son graduados universitarios con destrezas profesionales. Más bien, el éxodo contemporáneo abarca a una amplia gama de la sociedad boricua, agobiada por el desempleo, la pobreza y la criminalidad.